Por Joel Mancinas
EL MILAGRO DE ICAMOLE..... Y ARRANCAN!!!
Hace muchos años, tal vez desde que tenía 3, no había comido tanta tierra y me había divertido tanto, como en esta primera edición de Maratón que abrió con bombo y platillo la temporada 2017.
Desde hace más de un mes, cuando terminó la temporada 2016, los bizcochos y no tan bizcochos no se cansaban de publicar en sus redes sociales “aquí en los tamales, sin entrenar”; “estoy entrenando poco, a ver cómo me va en 2017”.... cosa más falsa se había leído.
Cada uno de los participantes en este maratón demostró que los meses que son de “pretemporada” los usaron para afilar las garras y ponerse más galletones que lo ya conocido. Entrenaron, y bien. Y el resultado se notó no solamente en la nutrida participación en el evento, también en el mínimo abandono de corredores. Andábamos todos muy ganosos y bien preparados.
Los nervios hicieron presa a más de uno, y seguramente muchos de nosotros desde la noche anterior preparábamos las cosas: poníamos a punto la bicicleta, aceitando la cadena, cargando las provisiones para la carrera, revisando que uniforme, casco y guantes estuvieran listos y nos fuimos a dormir.... o al menos eso intentamos. La mayoría no pudimos cumplir con la promesa de dormirnos temprano, y seguramente nos dio la 1:00 de la mañana, y una vez que pusimos la oreja en la almohada, un gusanito que se paseaba de la cabeza al estómago nos dejó dormir poco y mal.
El despertador implacable sonó a la hora señalada, tal vez una hora poco acostumbrada, pero no queríamos que se nos hiciera tarde. Icamole está a una considerable distancia y había que madrugar.
Al fin, en Icamole...
Ver el colorido de los uniformes trepados en bicicletas, caras conocidas, sonrisas de lado a lado, abrazos y saludos de aquellos que dejamos de ver hace apenas un mes y medio era lo que llenaba el ambiente del MTB. La camaradería y las risas era el común denominador, incluso en el momento en que se nos llamó a formación y nos acoplamos con la mirada puesta al sol saliente para esperar el silbatazo de salida, había abrazos y más abrazos: “compadrito! Que bueno verte por acá… a darle!”
Los amarillos arrancamos primero... después en orden de colores las demás categorías, todos con el corazón acelerado por la adrenalina de saber que nos enfrentaríamos a un maratón que por sus propias dimensiones, (40, 75 y 100 km) ya se merecía nuestro respeto.
Los días previos, la “vox populi” decía que era un maratón “papita”. “Está todo planito” decían, pero después de rodar 50 kilómetros en aguerrida competencia, a cualquier terreno se le quita lo planito. Empiezas a sentir hasta el más mínimo bordo como un puerto al que hay que atacar, predisponiéndote a ese dolor masoquista que aparece en los músculos congestionados del esfuerzo.
De planito, no tenía nada!.... nos “engañaron” como a Chinos… y como Chinos, fuimos a comprobarlo.
Salimos despavoridos por 2 a 3 kilómetros de carretera para adentrarnos de inmediato en un camino ancho de terracería que luego nos conduciría a otro más angosto a través de la planicie del desierto, sorteando con torpe habilidad las ramas espinosas que estiraban sus manos par lanzarte un rasguño y dejarte un recuerdito de tu visita a sus terrenos.
La velocidad era buena, pero apenas llegabas a los múltiples arenales del camino, empezabas un baile extraño arriba de la bicicleta: mientras la llanta trasera se movía en una dirección, tus caderas se movían en la dirección contraria... si hubiéramos tenido una cámara de video filmándonos, podríamos competir también con los expresivos movimientos de Shakira... lástima que no había cámaras…, nos hubierais dado gusto con algunos memes para varios conocidos.
Y cuando pensábamos que todo sería miel sobre hojuelas, pasamos por una construcción que a lo lejos se distinguía como un vivero. Resultó ser una granja de pollos. Los olores que emanaba aquella construcción eran de lo más agudos. Se metían inevitablemente por tu nariz y boca al jalar aire para seguir pedaleando, se remolineaban en tu estómago y se quedaba ahí un rato en forma de nausea... inconscientemente, aceleraste para salir pronto de aquel olor penetrante, pero te diste cuenta que aun habiéndote alejado del lugar, todavía “picaba” el olorcito en la orilla de tus fosas nasales.
La cantidad de tierra que se levantaba en el camino tenía la graciosa particularidad de venir a parar directamente a tu boca que se esforzaba por filtrar el oxígeno del aire terroso que respirabas.
Cuando uno de los muy bien organizados “naranjitas” del staff de Rafa Velarde, que dicho sea de paso y con un gran reconocimiento, se lucieron en la hidratación!! nos atiborraron de agua y Powerade, haciendo que el tema de la deshidratada fuera cosa del pasado..... Muchas gracias, y ojalá que sea la plataforma para los siguientes eventos y sea igual o mejor.... Verdaderamente, muchas gracias!!
Pues bueno, cuando uno de estos acomedidos asistentes de carrera me ofreció un powerade, ni tardo ni perezoso solté una mano del manubrio y luche a mordidas con el plástico que me separaba del revitalizador liquido azul... le di un trago gordo al sobre sin pensarlo. Me llené la boca de esa fresca sensación y sabor, pero... inmediatamente sentí que el líquido no pasaba de mi garganta. Se quedó suspendido entre mi paladar y la lengua y al intentar sacarlo de la boca para poder respirar, lancé una sustancia gelatinosa que en un efecto de “bumereang” regresó a su origen embarrándose directamente en mi cara, brazo y pierna... con un incontenible “giuuuuu!!!”. La combinación de tierra, polvo y otras sustancias en la cavidad bucal, y el liquido recuperador con azúcar generaron un espantoso “lodo” que resultaba difícil deshacerse de él, dejando como experiencia a partir de ese momento, quitarle más bolsitas de agua a los asistentes de carrera e ir tomando sorbos cada corto tiempo.
La carrera continuó: Rebasabas,... te rebasaban... volvías a rebasar. Saludabas al que pasabas y devolvías los saludos, aunque fuera tu rival de carrera, en el MTB todos somos amigos, aun al cruzar la meta.
Llegamos a la subida después de los bancos de arena y sacamos el payasito que todos llevamos dentro para poder atacar ese hermoso puerto que hace cumbre en una meseta larga y desértica. Una vista impresionante del paisaje Neolonés digna de postal nos recibió con el horizonte de fondo.
El aire nos jugaba en contra, pero luego nos empujaba a favor. En un buen tramo nos acompañó de espalda y nos impulsaba como a un barco de vela, alcanzando velocidades que tal vez sin su ayuda no lograríamos... hasta que llegamos a la marca del Kilómetro 75.... se nos terminó el encanto.
Pensamos: “25 kilómetros... ya llegamos! en 40 minutos estaré cruzando la meta”.... nada más alejado de la realidad.
Resulta que esos 45 kilómetros, son los mismos que de allá para acá, era bajada y disfrutabas como todo un pro, esquivando arbustos y moviendo la cadera... pero ahora con la particularidad que era de subida... y con un “regalito” extra: el aire enrachado pegándote de frente provocando un frenado y un sobreesfuerzo para avanzar.
Incluso, muchos de los corredores pudieron experimentar un fenómeno físico poco frecuente en ciclismo... tenías que pedalear en las bajadas para poder avanzar... y las fuertes rachas de viento hicieron que en más de una ocasión la bici perdiera balance sacándole a más de uno un susto por una posible caída.
Librar esos 25 kilómetros de camino ancho y plano, pero con pendientes y puertos que cada vez se veían más lejanos, representó el mayor reto de la competencia. Formalmente expresaría mi “queja” ante la Liga para que la próxima competencia sea nada más de Mina a Icamole... con eso hubiera sido suficiente, los demás kilómetros fue rudeza innecesaria.... per haaaa cómo nos divertimos!
La incansable Lili Cantú nos alcanzó a Raúl Treviño y a quien esto escribe y entablamos una alegre charla mientras avanzábamos haciéndole frente al viento implacable. Esos últimos kilómetros los disfrutamos con un masoquismo extremo. El dolor en las piernas, espalda, pulmones y ahí, donde el asiento hace contacto con el cuerpo.
Y al fin, a lo lejos el Pueblo bendito de Icamole... la esperanza de terminar entero la competencia se acercaba pachorrudamente, hasta que tocamos la carretera que nos sonreía invitándonos a llegar a la plaza principal.
Apenas pisamos asfalto, las piernas y el corazón tomaron un segundo aire. Aceleramos. Nos abrimos camino entre los vientos del norte y giramos a buena velocidad hacia el poniente, a 2 kilómetros de la meta.... un último Sprint.... y cruzamos la meta en un acto de compañerismo y solidaridad Lili, Raúl y un servidor... satisfechos de haber hecho una distancia excepcional para un maratón de montaña en Nuevo León.
Correr el Milagro se convertirá en Referencia para 2017. Pudimos ver aquellos competidores que pelearan los pódiums con la fiereza que les da la preparación física y nos obligará a los demás a hacer lo propio. A mejorar. A entrenar. A prepararnos.
La organización y señalización de la pista fue inmejorable. El equipo de Esport ha ido creciendo de manera significativa y cada vez se nota más el profesionalismo que Rafa y los Verdecitos y Naranjitas le invierten. Si para nosotros es difícil aguantar 5 horas arriba de la bicicleta en una competencia, para ellos debe ser también un reto aguantarlas parados bajo el sol.... y les paguen lo que les paguen, es un servicio que nos ofrecen amablemente, antes que una obligación. De mi parte, un respetuoso reconocimiento... sobre todo a aquellos que sin importar el sol o las condiciones, aún tenían energía de alentarnos, echarnos porras o corretearnos por unos metros para ofrecernos un poco de agua o ponernos la liga.... muchos de ellos son jóvenes que podrían estar en su casa viendo televisión, y estaban ahí... haciendo historia junto a nosotros.
Gracias!!! y ojalá más personas puedan reconocer este esfuerzo.
TACHOTOTA!!
Para cerrar esta reseña, quiero ponerle una espantosa equis!! (X) a todo aquel ciclista que piensa que lo que paga por una carrera le da derecho de ensuciar por donde pasa. En el camino me tocó ver bolsitas de agua, de powerade, de barras energéticas, de geles y hasta cámaras usadas tiradas sin discriminación por el camino. Señores!!! es el campo!.... por esos caminos no pasa el camión recolector de basura como en sus colonias pobres donde habitan. Ahí se quedarán sus despojos hasta que un animal de la zona curiosamente se lo trague y muera, o hasta que el próximo año en tu reconocimiento de pista te encuentres el empaque descolorido y digas “que gente tan marrana que no cuida el ambiente”.
Usemos nuestra inteligencia un poco más... y el jersey o short para guardar toda la basura que generamos!...
Si, ya se!... alguno dirá la frase más que trillada: “para eso le pago al organizador, para que recoja mi mugrero”. Y me consta que esos jóvenes entusiastas recorren algunos cientos de metros limpiando lo que tú tiras, pero a kilómetros y kilómetros del último punto de abastecimiento hay basura aventada fuera del camino y adornando colgados de una espina de los huizaches, nopales y gobernadoras.
En serio... si no vas a competir cuidando la pista que ruedas, haznos el favor de quedarte en tu casa o vete a dar vueltas a Fundidora y si quieres avienta tu basura en la pista... ahí hacen limpieza de la todos los días... pero si vas a rodar una pista en medio de la naturaleza... respétala!!!. Por fis…
Nos vemos en Cadereyta.... y, pónganse a entrenar!! que el mundo se va a acabar.
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